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En el verano de 1965, cuando se llevo a cabo el Primer Campeonato Mundial de Tabla, Punta Rocas era una rompiente relativamente nueva. El día del campeonato amaneció con mar grande y con mucha neblina. Era imposible ver las olas pero se escuchaba con gran volumen un constante rugido. Cuando levantó la neblina todos quedaron impresionados con el gran tamaño de las olas. El mar grande favoreció a tablistas acostumbrados a Ola Grande, entre ellos Felipe Pomar, pues ya tenía dos años de experiencia corriendo en Hawai. El recuerda haber sido el único peruano en las finales, y se decía a si mismo:”con llegar a las finales ya quedaste bien; ahora busca olas más grandes y arriesga todo. Nadie ha entrenado más, nadie se a sacrificado más, nadie se lo merece más que tú”. Estuvo apunto de ahogarse por no soltar la tabla (sin pita) en un revolcón corriendo hacia la izquierda. Saliendo del mar después de la final muchas personas bajaron del cerro y le dijeron: “¡Ganaste, ganaste!”. El no les creyó hasta que anunciaron los resultados.
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